lunes, 28 de febrero de 2011

CESAR VALLEJO Y ALFONSINA STORNI


César Abraham Vallejo Mendoza

nació en Santiago de Chuco, pueblo en una zona alta de la región de La Libertad, en el Perú. Sus padres fueron Francisco de Paula Vallejo Benítez y María de los Santos Mendoza Gurrionero. César fue el menor de once hermanos. Su apariencia mestiza se debió a que sus abuelas fueron indias y sus abuelos sacerdotes gallegos. Era un “hombre muy moreno, con nariz de boxeador y gomina en el pelo”, según recordó César González Ruano, en una entrevista publicada en El Heraldo de Madrid, el 27 de enero de 1931.
Los heraldos negros
Comprende el libro de poemas Los heraldos negros (Lima, 1919). Constituye el comienzo de la búsqueda del poeta por una diferenciación expresiva, la cual se irá consolidando a lo largo de toda su obra. Para Vallejo era necesario fundar un lenguaje poético diferente a lo tradicional.
Según Mariátegui “en estos versos principia la poesía peruana, en el sentido indigenista”. Efectivamente, el poeta nos habla de lo nativo. Allí están las profundas vivencias de los sucesos cotidianos, la vida familiar y aldeana, el paisaje tierno y eglógico, pero expresados todavía con el gusto modernista y las formas métricas y estróficas de la poesía clásica.
También encontramos temas más elevados como la protesta contra el destino del hombre, la muerte, el dolor, la conciencia de orfandad, el absurdo, todos ellos tratados por el poeta con un acento muy personal.
En efecto, el poeta despliega en el poemario características que lo convierten en un libro único: la exhibición impúdica de sentimientos, la muestra descarnada del sufrimiento, la radical desnudez de la palabra.
El primer poema de la serie da título al libro y se refiere a los momentos en que la muerte, o el simple paso del tiempo, nos dan una señal angustiosa, cual sacudida. "...son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema." Esta imagen, en realidad tan fundada como innovadora, fue objeto de burla de Miguel de Unamuno, ya que el anquilosamiento retórico en que se hallaba la poesía y la literatura española por aquellos tiempos, aún no podía permitir entender que se pudiera extraer lo profundo de lo cotidiano, incluso de lo doméstico.

Alfonsina Storni Martignoni

(Sala Capriasca, Suiza, 22 o 29 de mayo de 1892 Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938), fue una poetisa y escritora argentina del modernismo.
Poesía en prosa
En 1926 escribió Poemas de amor y ocho años después publicó Mundo de siete pozos. En este lapso de tiempo se orientó hacia otro género, los relatos en primera persona, a veces con rasgos autobiográficos donde las ideas no pertenecen ni al espacio ni a la poesía ni tampoco a la nota periodística informativa. El diario Crítica publicó en ocasiones estos relatos y uno titulado «Psicología de a dos centavos» donde una mujer, Juliana, le cuenta por carta a su amiga Amelia los pormenores de su reciente divorcio.
Este relato narra la historia de una mujer recién divorciada que se aloja en una casa de campo y se enamora de un muchacho veinteañero. La idea del texto es definir a la mujer decente; según la autora, para una mujer normal y decente, tres hombres es el número exacto: uno es el pecadillo prematrimonial, el otro es el esposo y el último el nuevo esposo por divorcio. El relato reveló además el placer que provoca la belleza de un hombre joven.[57]
Los nervios
Hay muchas referencias en correspondencias que hacen alusión a preocupaciones, malos ratos y apuros, a falta de voluntad y a estados variables de salud. Sentía la sensación de que otras personas estaban molestas con ella y se sentía insegura al no poder devolver los favores a quienes se lo hicieran, como se comprueba en una carta a Roberto Giusti —fechada posiblemente antes de 1921 porque daba como dirección su casa de Acevedo donde vivió hasta esa fecha— donde le da «Muchas, infinitas gracias por las generosas palabras que dijo usted, respecto de mí el sábado pasado. Creía que usted estuviera molesto conmigo, y aquello me ha aligerado muchísimo». En otra misiva de 1922, pese a su sentimiento de culpa, puede interpretarse que trataba de devolver sus favores, ya que le dijo a Giusti que le había hablado a Cancela —colaborador del suplemento literario— y éste le había pedido que le transmitiese a Giusti que aceptarían sus colaboraciones en el diario La Nación. Pasó a ser colaboradora permanente del matutino bajo el seudónimo Tao Lao.[58]
Años de equilibrio
Alfonsina intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y su participación en el gremialismo literario fue intensa.
Se mudó al décimo piso de la calle Córdoba y Esmeralda y desde allí siguió escribiendo poemas para La Nación y recibió a sus amistades en una pequeña sala adornada con flores, fotos y dibujos hechos a lápiz que presentaban su rostro afilado.

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